La Navidad de 2023 ya está a la vuelta de la esquina. Lamentablemente, nos llega con el ruido de fondo de las armas de Guerra en varios países. Y de fronteras adentro, tampoco podemos decir que las cosas nos vayan precisamente sobre ruedas.
Seriamente preocupados por la deriva que van tomando las cosas en las principales vertientes de nuestro día a día, tanto en lo político, como en lo socioeconómico y también en lo religioso, nos disponemos a celebrar las fiestas navideñas con el aliento contenido pero, eso sí, abiertos a la esperanza.

Por eso, como creyentes, queremos celebrar la Navidad –más allá de la fiebre consumista, de las luces de colores, de los adornos y de los regalos– en sentido verdaderamente cristiano. Porque hemos de reconocer que, después de más de dos milenios del nacimiento de Jesús, después de muchas Navidades celebradas entre adornos  y regalos y rendidos al consumo, corremos el riesgo de olvidarnos de su verdadero significado.

Por eso el papa Francisco, en su homilía de la misa de Navidad de hace dos  años, se preguntaba: «¿Cómo encontraremos el sentido de la Navidad? Y, sobre todo, ¿dónde ir a buscarlo?”. Y el mismo Papa respondía: “El Evangelio del Nacimiento de Jesús pare-ce escrito precisamente para esto: para llevarnos de la mano y conducirnos de vuelta a donde Dios quiere que estemos».

Acudamos, pues, a la gruta de Belén y,  contemplando a la joven Madre que coloca con amor infinito al recién nacido en el pesebre, bajo la atenta mirada de san José y de los pastores, rindámosle nuestro homenaje de adoración. Y presentémosle nuestros regalos representados en el incienso, el oro y la mirra de los Magos.

A todos los suscriptores y lectores, nuestra más sentida, cordial y fraterna felicitación navideña.

 Antonio Maroño Pena, SSP

   

Otros artículos

Artículos