APRENDE A NARRAR BIEN TU VIDA
Hay historias que merecen la pena…
Mons. Raúl Berzosa (Cooperador Paulino nº 186, pp 6-8)
«Quiero dedicar el Mensaje de este año al tema de la narración, porque creo que para no perdernos necesitamos respirar la verdad de las buenas historias: historias que construyan, que no destruyan; historias que ayuden a reencontrar las raíces y la fuerza para avanzar juntos»
El papa Francisco, con motivo de la LIV Jornada de las Comunicaciones Sociales, ha dedicado su mensaje anual al arte de narrar las buenas historias. Porque somos seres narradores; desde la infancia, tenemos hambre de que nos cuenten historias, y de contarlas, como tenemos hambre de alimentos o de afectos sanos.
No todas las historias de nuestra vida son buenas y bellas, ni tienen un final feliz. En muchos relatos serpentea el mal y la tentación, como en el Paraíso (cf Gén 3). Particularmente, se experimenta hoy en las narraciones e historias con fines instrumentales y manipuladores (storytelling). Son historias que nos narcotizan, que nos emboban, y que tratan de convencernos de la necesidad de tener y de poseer, de consumir para ser más felices.
Existen, además, otras historias llenas de chismes y de habladurías, de violencia y de falsedad verbal (deepfake), y no de relatos constructivos y verdaderos. Todas esas historias falsas y manipuladoras tienen una vida breve; sin embargo, una buena historia es capaz de trascender los límites del espacio y del tiempo. Después de siglos, siguen siendo actuales, como alimento para la vida.
El hombre es un ser narrador. Desde la infancia tenemos hambre de historias como tenemos hambre de alimentos.
Necesitamos recobrar la sabiduría para crear relatos bellos, verdaderos y buenos. Necesitamos valor para rechazar los que son falsos y malvados. Y necesitamos paciencia y discernimiento para redescubrir historias hermosas a veces ocultadas e ignoradas.
Foto por Klim Sergeev en Unsplash
La Historia de las historias
La Sagrada Escritura es la Historia de las historias. ¡Qué variedad de vivencias, de pueblos, de culturas, de personas, y de historias, nos presenta! Nos muestra desde el principio a un Dios que es creador y narrador al mismo tiempo (cf Gén 1). A través de su Palabra, Dios llama a las cosas a la vida y, como colofón, crea al hombre y a la mujer como sus interlocutores libres y capaces de narrar hermosas historias junto a Él. La Biblia es la narración de la gran historia de amor entre Dios y la humanidad.
También la experiencia del libro del Éxodo, y toda la historia del Pueblo de Israel, nos enseña que la experiencia de Dios se transmite sobre todo contando, de generación en generación, bellas y únicas historias de amor y vida.
En el centro de la historia y de la narración bíblica, está Jesús y su propia historia. Él hablaba de Dios con sencillas parábolas, con narraciones breves, con historias tomadas de la vida cotidiana.
La Sagrada Escritura es una Historia de historias. ¡Cuántas vivencias, pueblos, personas nos presenta! Nos muestra desde un principio a un Dios que es creador y narrador al mismo tiempo.
La Sagrada Escritura es una Historia de historias. Foto por Lennon Caranzo en Unsplash
Una historia verdadera que se renueva
Esa historia de Jesucristo no es algo del pasado; es siempre actual. Escribía san Pablo: «Sois carta de Cristo […] escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de corazones de carne» (2Cor 3,3). Nuestra propia existencia es una historia de Dios, de ida y de vuelta. Él, primero, ha contado su historia amándonos y creándonos. Y, nosotros, le contamos, cada día, la historia de nuestra vida, amándole y amando a los demás.
La historia de Cristo no es un patrimonio del pasado, es nuestra historia, siempre actual.
Somos actores protagonistas de nuestra propia historia con Dios, porque es única e irrepetible; no somos extras ni marionetas ni actores secundarios. Con algo añadido y muy hermoso: podemos cambiar siempre nuestras historias erradas y malas. ¿Dónde y cómo tenemos la prueba y la garantía de todo ello?… En la Virgen María que supo guardar en su corazón todo lo bello, todo lo hermoso, y todo lo verdadero. En una palabra, todo lo auténtico y lo que merecía de verdad la pena.
A ella le pedimos que siempre veamos el hilo y la cara buena de nuestras historias, y que, ante los problemas y las malas historias, nos ayude, a desatar y deshacer los nudos de las dificultades, personalmente y con ayuda de los hermanos de camino.