Al recorrer el itinerario de mi vida sacerdotal a lo largo de estos cuarenta y seis años… reconozco que el Señor me ha mostrado una Iglesia enormemente rica, diversificada, contradictoria, pobre y fiel.
Dentro de un clima religioso fue creciendo mi vida de niño y de joven, siempre vinculado a mi parroquia de Santa Marina en Torrebaja (Valencia). Solo muchos años después de estar en el Seminario de Moncada (Valencia) –el Seminario era el único camino para los jóvenes de nuestros pueblos para poder estudiar y labrarse un futuro humano– me planteé mi vocación sacerdotal. Hasta entonces era un «estar en» y un «pasar por» los cursos académicos para crecer en mi formación intelectual y humana. Y nada más. Esto estaba adobado por una vida intensa de espiritualidad cristiana.
En el Seminario tuve que decidir dejar los estudios de humanidades para pasar a los filosóficos y teológicos. Y tomar una decisión vocacional. Tenía entonces unos 18 años. Momento magnífico del kairós en donde, por diversos encuentros intensos con Dios, en retiros principalmente, e inmerso en el nuevo mundo de la lectura y oración con la Escritura y en el discernimiento en dirección espiritual, entendí que mi vida tenía más sentido atendiendo mejor a una suerte de inquietudes y deseos que se constataban en mi historia en ese momento. El ambiente o el marco era el propicio. No hubiera respondido a la llamada sin este ambiente humano, intelectual y religioso que me daba el Seminario.
Desde el año 1973 me he preguntado: ¿Por qué sacerdote? Al recorrer el itinerario de mi vida sacerdotal a lo largo de estos cuarenta y seis años en Nuestra Señora del Pilar, San Maximiliano María Kolbe, Nuestra Señora de los Ángeles o Santa María del Mar y, ahora, San Mateo Apóstol y Evangelista de la ciudad de Valencia reconozco que el Señor me ha mostrado una Iglesia enormemente rica, diversificada, contradictoria, pobre y fiel. ¿Por qué sacerdote? La respuesta la doy constantemente.
El padre Antonio Díaz Tortojada del Insituto Jesús Sacerdote
Desde muy pronto comencé a saborear esta maravilla que es la vida cotidiana del sacerdote, un testigo privilegiado de la obra de Dios en cada ser humano, y comencé a desarrollar mi vocación periodística, tarea que complementaba con mis estudios universitarios de Ciencias de la Información. Ello me llevó a ser instrumento de la comunicación de la palabra de Dios a través de los medios. Era una vocación que complementaba a la de sacerdote. Esta la ahondé en el Instituto Jesús Sacerdote, de la Familia Paulina. Una vocación que aspira –dentro de su espiritualidad integral– a dar a conocer desde la secularidad y la cultura de la comunicación a Cristo, al estilo de Pablo, bajo la mirada de María Reina de los Apóstoles.