Hacia una pastoral de engendramiento de la fe
Felicidad IzaguirreEl sacerdote Francisco Jesús Genestal Roche, párroco de Alcadozo (Albacete), defiende la necesidad de una nueva pastoral de engendramiento de la fe en la sociedad, acorde con los tiempos que vivimos.
El Padre Francisco Jesús Genestal Roche, párroco de Alcadozo (Albacete).
Este sacerdote explica que en las parroquias «no podemos conformarnos con seguir como estamos; hemos de hacer lo que hacemos y además hemos de hacer otras cosas distintas a las que hacemos». Y defiende la necesidad de una nueva pastoral de engendramiento de la fe en la sociedad, acorde con los tiempos que vivimos, que impulse el conocimiento y la experiencia de Dios en un mundo profundamente herido que demanda sentido, y donde las personas necesitamos ante todo ser escuchadas.
Cura párroco de Alcadozo y vicario parroquial de Liétor (Albacete), Francisco Jesús Genestal es también administrador parroquial de varios pueblos de la Diócesis de Albacete, y en sus charlas y artículos persigue que los agentes de pastoral se pregunten por la eficacia de su labor: «Hoy se nos pide activar la intuición de María: sentarnos con un poco de tranquilidad, contemplar, valorar y decidir de qué manera podemos hacer las cosas mejor. Si queda algo claro después de asistir a la tensión fraterna de aquellas hermanas ante Jesús es que no se puede ser Marta sin ser María».
Sus temas habituales de estudio y reflexión son: religión, fe, sociedad, secularización y evangelización. Es licenciado en Teología Pastoral (Salamanca 1992) y Teología Fundamental (Antonianum, Roma 2012). Máster en Teología (Univ. de Murcia 2013), profesor de Teología en el Instituto Teológico de Murcia y en el Instituto Teológico de Albacete, profesor colaborador de Teología en la Universidad de Murcia y colaborador de la Revista Carthaginensia.
«Hay un variado consumo religioso en las parroquias, un mercado religioso muy diversificado, por eso tenemos gente –afirma–. Pero hay un déficit de gratuidad religiosa. Las parroquias son puertos, oasis, de uso y disfrute temporal de servicios, pero es fácil detectar un déficit de gratuidad».
«Tenemos que acoger, ser acogida, formar comunidad, con más capacidad de escucha –resalta Francisco Jesús Genestal–. Los testimonios fuertes de fe tienen su valor, pero hay que observar y escuchar también, pacientemente, a tantos rostros anónimos y callados que se dejan ver por nuestras parroquias. Mi obligación como evangelizador es, antes que nada, escuchar a la persona y con-moverme con ella, viendo cómo está y en qué puedo ayudarla».
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Este sacerdote presenta el panorama evangelizador del siglo XXI como apasionante y complejo: «No es fácil evangelizar. Realmente, nunca fue fácil. Vivimos inmersos en un cambio de época que, además, supone un itinerario de cambios rápidos, y no pocas veces fugaces, y dado este momento cultural, hay quien opina que la propuesta de la fe necesita de una experiencia de engendramiento».
«La fe ha dejado de ser un dosel sagrado que todo lo cubre (P. Berger) o un sustrato religioso que todo lo sostiene (M. Weber). La experiencia de la fe hay que volver a engendrarla en nuestras sociedades. Y el engendramiento supone unas relaciones de reciprocidad que se concretan en un tiempo y en un espacio. Ha de ser, por tanto, un engendramiento culturalmente situado (P. Bacq)».
Provocar la comunicación y un nuevo nacimiento
Indica que todo engendramiento supone nacer a una nueva identidad: «Permanecer en el anuncio de siempre convierte en estéril nuestro anuncio. No habrá anuncio de verdad sin provocar un nuevo nacimiento. Por tanto, Iglesia y sociedad han de ejercitarse en esas relaciones de reciprocidad; solo así la fe será engendrada en los individuos y en las comunidades. De nada sirve la incomunicación, el enquistamiento doctrinal o el intento de privatizar la dimensión religiosa de la persona».
La pastoral del engendramiento ha de idear estrategias evangelizadoras que favorezcan el nacimiento de una nueva identidad cristiana en nuestros entornos. Francisco Jesús Genestal se refiere a estas estrategias como contra-acciones evangelizadoras, por dos motivos.
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En primer lugar, «porque supone proponer acciones que habitualmente no están en nuestras comunidades de fe; acciones aparentemente inútiles y que han de romper la dinámica de mercado religioso que está en la base de nuestra mayoritaria acción evangelizadora actual». En segundo lugar, «porque la Iglesia necesita de momentos de contracción, de pensar, de vuelta sobre sí, para poder expandirse posteriormente».
«Una propuesta primera supone escuchar a las generaciones perdidas, mirarlas y con-movernos –precisa este sacerdote–. Se trata de generaciones post-cristianas, es decir, de gente que tuvimos, cuidamos y quisimos, pero se fueron. Por tanto, su vuelta no puede consistir en el mismo anuncio que les hicimos, generalmente infantilizado. Es la generación de personas entre 20-50 años. Los llamados milenials ampliados. Se trata de escucharlos primeramente, y no de evangelizarlos sin previa escucha de sus vidas. Este matiz es importante porque tenemos que aprender –desde ellos– a evangelizar a estas generaciones. Somos discípulos antes que maestros. Solo tras este espacio de contra-acción podremos dar a luz algo nuevo. No pocas veces Jesús de Nazaret preguntaba qué puedo hacer por ti (Mc 10,51)».
«Una segunda propuesta supone favorecer flujos dinámicos de sinodalidad al interior de la propia comunidad cristiana. Engendrar la fe supone agentes evangelizadores conocedores de los micromundos de las personas, que además de mediadores de formación hacia la sociedad sean también mediadores de información hacia quienes tienen el carisma de gobierno en nuestra Iglesia».
Una tercera propuesta es inventar nuevas expresiones litúrgicas caracterizadas por su inutilidad al tiempo que por su necesariedad, porque, «solo lo que es inútil y necesario al mismo tiempo despierta pasión. Nuestras liturgias son siempre para algo. ¿Por qué no una liturgia para nada?; como para nada es un beso. Para nada… pero ¡tan necesario! Porque solo lo que es absolutamente necesario y absolutamente inútil, al mismo tiempo, es percibido como gracia y como regalo. Y solo en esa experiencia se es libre y se es feliz».