Al comenzar un año nuevo

Mons. Raúl Berzosa

Las cosas han sido creadas para el hombre y este debe servirse de ellas, y separarse de las mismas, según le ayuden, o no, a conseguir su fin último.

Hemos iniciado un nuevo año. Paseando por una ciudad francesa, encontré una librería religiosa abierta. Entré por curiosidad y, en una de las estanterías, descubrí una joya: P. Gervais, Las cuatro semanas de Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola (Edit. Lessius, París 2017). Comencé a leer lo referente al «Principio y fundamento ignacianos».

Se puede resumir en cuatro puntos:

1. Hemos sido creados para alabar, adorar y servir al Señor y salvar nuestra alma.

2. Las cosas han sido creadas para el hombre y este debe servirse de ellas, y separarse de las mismas, según le ayuden, o no, a conseguir su fin último.

3. En las cosas y en las situaciones, el hombre debe guardar una sana indiferencia buscando siempre su fin último.

4. En cualquier caso, siempre, hay que buscar, aun en lo bueno, la mayor gloria de Dios.

Y, a estos cuatro puntos, se une un principio solapado: el saber (razón), el desear (afectos) y el querer hacer (voluntad) siempre tienen que estar unidos.

Dando vueltas a estos principios, en Vísperas, sentí en el corazón el deseo de hacer una relectura de los mismos desde mi dimensión sacerdotal, es decir, desde lo que tiene que ser mi principio («el secreto de mi sentido existencial») y mi fundamento («donde apoye con solidez mi vida»):

1. Tú no sólo has sido hecho para alabar, bendecir y servir al Creador, sino para hacer presente, como sacerdote, al mismo Dios Amor y su Amor divino; y, también, para actuar, con poder sacramental, para que el Amor sea posible; además, eres autoridad docente para anunciar al Dios Amor y conducir a su Amor.

2. Tienes que elegir todo aquello, y solo aquello, que te ayude en ese ministerio, y a ser portador del Amado y de su Amor.

3.Tienes que vivir como «mendigo para el Amor»; allí donde la Iglesia te envíe, y en la forma en que las circunstancias te lo permitan, incluida tu salud, o la riqueza o pobreza, que el Señor amoroso te vaya regalando.

4. No debes conformarte con ser buen «ministro-funcionario»; siempre debes buscar «la excelencia del Amor entregado», para la mayor gloria a Dios, el bien de tu alma, y ser fiel a la misión encomendada.

5. Y, naturalmente, tienes que unificar, con la ayuda del Espíritu, y desde la clave del Amor Divino, tu cabeza, tu corazón y tus manos.

También me detuve en tres preguntas clásicas: «¿Qué he hecho por Cristo hasta ahora; qué hago por Cristo ahora; qué estoy dispuesto a hacer por Cristo en el futuro?» (EE 53,2). Y me nació una oración sincera y sencilla: «Señor, Dios Amor, que recobre tu Amor primero, tu amor de ágape universal, tu Amor de todo un Dios abajado a mendigar el amor, muchas veces no correspondido, de su pobre criatura». «¡Que no me canse de volver siempre a la fuente del Amor, y a ti, Dios Amor, porque esta es la misión a la que me has llamado!… ¡Que me aparte, con tu gracia, de todo lo que pueda ofenderte y hacer daño a mis hermanos y a mí mismo!». ¿Se puede pedir mejor regalo para comenzar el nuevo año 2020?… Que el Espíritu Santo me conceda vivirlo.

«¿Qué he hecho por Cristo hasta ahora; qué hago por Cristo ahora; qué estoy dispuesto a hacer por Cristo en el futuro?».

Mons. Raúl Berzosa

Obispo Emérito, Ciudad Rodrigo

Cooperador Paulino


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