Un Niño nos ha nacido
Para que se cumpliese lo dicho por el profeta: «Mirad, la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Enmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”» (cf Mt 1,22-25). Pedro MorenoCuando llega la Navidad
Cuando llega la Navidad, ahora mismo, se levanta de nuevo el grito de toda la tierra, de todos los profetas y todos los sermones: «Un Niño nos ha nacido…». Es como si todo guardara silencio por unas horas, como si se parasen por un instante los relojes y los ruidos más ensordecedores del mundo para escuchar a coro, día y noche, la noticia más bella de los siglos que fueron o serán más tarde: «Un Niños nos ha nacido…» Un Niño con un nombre grande y lleno de consuelo; se va a llamar Enmanuel, es decir, Dios-con-nosotros.
Cuando llega la Navidad, ahora mismo, volvemos a celebrar la hondura y lo inesperado de este misterio, el misterio de la Encarnación del Verbo, del Hijo de Dios hecho hombre. «Dios ha entrado en la historia de la humanidad» –escribía en su día san Juan Pablo II– “y en cuanto hombre se ha convertido en sujeto suyo, uno de los millones y millones, y al mismo tiempo Único. A través de la Encarnación, Dios ha dado a la vida humana la dimensión que quería dar al hombre desde sus comienzos y se la ha dado de manera definitiva» (Redemptor hominis 1).
Cuando llega la Navidad, ahora mismo, nuestra mirada y nuestros pasos, al estilo de la mirada y los pasos de los pastores de Belén o los Magos de Oriente, se detienen junto al Niño que nos ha nacido, junto al Enmanuel.
Un Niño, que es nuestro modelo
El Niño que nos ha nacido, entre pajas y en la cueva de Belén, es el corazón mismo del mundo y de la historia de los hombres, es el primero y el último, alfa y omega, el amado por Dios para amarnos a todos en él, y también el bendecido para recibir de él toda clase de bendiciones espirituales y celestiales. Modelo y sueño de Dios para iluminar la vida y su sentido en todos los hombres. De él aprendemos a vivir y a soñar, a reír y a sufrir, a ser pobres y solidarios al mismo tiempo, a ser sencillos y prudentes, a vivir anunciando y construyendo el Reino… Como él. Con acierto y buen sentido leemos en la Constitución conciliar Gaudium et spes:
En él (en el Niño que nos ha nacido), la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado (GS 22).
Él es nuestro modelo: modelo para nuestras manos, para nuestra inteligencia, para nuestra voluntad y para nuestro amor.
Un Niño, que es nuestra esperanza
El Niño que nos ha nacido, al calor de María su madre y la ternura del santo José, es nuestro amor y nuestra esperanza. Ya no hay que esperar a otro; en él se han cumplido las promesas y con él ha llegado la liberación de Israel, de toda la humanidad: los ciegos ven, los cojos andan y a los pobres se les anuncia el Evangelio…
Desde ahora hay remedio para todos los males, incluido el poder de la muerte, y meta y sentido en todos los caminos. El Niño que nos ha nacido es nuestra esperanza, una esperanza firme y que no defrauda. La que más y con más urgencia necesita siempre la humanidad.
Un Niño, que es nuestro guía
El Niño que nos ha nacido, el Enmanuel, y que ahora celebramos muy gozosamente en nuestras familias y comunidades, en Navidad, es para todos y para siempre compañero y guía en el camino.
Nos enseña a vivir y a luchar, a comprometernos en la construcción de su Reino, que es reino de verdad y vida, de paz y justicia, de amor que nunca pasa.
Con este Niño que nos ha nacido, y que es Luz, aprendemos nosotros a poner luz en medio de muchas oscuridades y sinsabores. Aprendemos a sembrar ilusiones cuando cunden muchos desencantos y zonas de pesar. Aprendemos a sembrar la simiente de la vida, y la vida que no acaba, en medio de la cultura de la muerte.