El Año Litúrgico y el calendario cofrade

Programar el Curso Pastoral en el seno de las Cofradías

Por ANTONIO LARA POLAINA

La complicada relación que las jóvenes generaciones tienen con la liturgia es una de las urgencias que la pastoral,  especialmente la pastoral litúrgica, está llamada a afrontar.

Aún siendo la Sagrada Liturgia «la cumbre a la cual tiene la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza», también es verdad que «la participación en la Sagrada Liturgia no abarca toda la vida espiritual» (SC 12), y nuestro pueblo cristiano también expresa, celebra y alimenta su fe por otros caminos que no podemos descuidar. Por ello, siendo fieles a las enseñanzas del concilio Vaticano II (cf SC 12-13), no podemos olvidar «otras formas de piedad del pueblo Cristiano y su fructuosa aportación para vivir unidos a Cristo, en la Iglesia».

Se hace cada vez más necesario conocer el valor de la piedad popular; descubrir su genuina sustancia; «iluminarla» a la luz de la Sagrada Escritura, «orientarla» hacia la Sagrada Liturgia, sin contraponerla a la misma, y «purificarla» si fuese necesario. El camino para realizar este propósito es una buena formación litúrgica, que será siempre la mejor formación cofrade.

La Liturgia
y los ejercicios de piedad

La experiencia de tantos años como párroco y capellán de distintas Hermandades y Cofradías de Pasión y Gloria, de preparar y presidir los cultos organizados por ellas, nos han llevado a caminar juntos en una realidad pastoral que la Iglesia no debe descuidar. Si bien es verdad que las situaciones han sido diversas en los años del posconcilio, respecto de la permanencia o desaparición de las prácticas piadosas en torno a las imágenes de culto o devoción de nuestro pueblo cristiano, los llamados ejercicios de piedad y las devociones cristianas siempre han existido juntamente o en paralelo con la Liturgia.

Los mayores recordarán a aquellos pastores celosos de las nuevas corrientes conciliares que olvidaron integrar los ejercicios piadosos del pueblo cristiano, suprimiendo las prácticas piadosas sencillas, que la gente fue trasladando a sus casas, reuniéndose en torno a una imagen de devoción para los triduos, septenarios, novenas, etc. Quizás les faltó un discernimiento práctico y equilibrado.

Otros hermanos mantuvieron algunos de aquellos ejercicios de piedad más recomendados por la Sede Apostólica , como el Vía Crucis, el Rosario, el Ángelus, entre otros. Los situaron antes de la celebración de la Eucaristía, como por ejemplo el Rosario, o después de ella, como el Vía Crucis.

Con el correr del tiempo, sin saber cómo actuar, se ha ido produciendo un hecho no tan positivo: la mezcla entre los ejercicios piadosos y la misma Misa. Quizás esta mezcla se haya debido a que, para cualquier acto vespertino que se organice en la iglesia, siempre tengamos que celebrar la Misa.

Son muchos los cristianos, pertenecientes a Hermandades y Cofradías -capellanes, vocales de cultos, priostes y acólitos-, que se plantean estos y otros temas colaterales con la Sagrada Liturgia, y que trabajan, unidos a sus párrocos y capellanes, haciendo un discernimiento, siguiendo las nuevas orientaciones del Magisterio Pontificio y de los documentos emanados de las Diócesis. Ellos preparan con esmero los cultos de sus Cofradías y necesitan formación y orientación. Por eso es necesario que, al comienzo de un Curso Pastoral, nos planteemos el tema de la relación entre Liturgia y piedad popular.

El Año Litúrgico
y el calendario cofrade

Cada vez se aprecia con mayor acierto, que la gran mayoría de las programaciones del Curso Pastoral y del «curso cofrade», tiene como marco referencial obligado el Año Litúrgico. La vida de todo cristiano, y por tanto también la de todo hermano cofrade, está sujeta a unos ritmos de tiempo que van regulando todos sus actos, de tal manera que se siente vinculado a los calendarios civil, laboral, escolar, comercial, etc.; y, como creyente y miembro de una comunidad cristiana, al calendario apostólico, pastoral o catequético, etc.; y también, como miembros de una Cofradía, una gran mayoría de cristianos están vinculados a una especie de calendario cofrade, que es el que regula todas las actividades organizadas a lo largo de un año por las Cofradías y Hermandades. Y, junto a estos calendarios, que se superponen unos a otros, se encuentra el calendario litúrgico cristiano, aquel marco general que regula la vida de la comunidad cristiana, ya sea parroquial, diocesana o de la Iglesia universal. Esta estructura anual posee un significado y una finalidad que van más allá de la simple funcionalidad práctica, debajo de la cual se encuentra el Año Litúrgico.

Pero, ¿qué es el Año Litúrgico? Introduzco brevemente este interrogante, porque algunos cofrades se siguen haciendo esta misma pregunta. Un vocal de cultos me decía que, hasta hace muy poco tiempo, no se les había explicado el significado del Año Litúrgico. Y sin embargo cada vez son más las Juntas de Gobierno de las Cofradías, que a la hora de organizar su «calendario cofrade», van teniendo en cuenta el marco general del Año Litúrgico, que gira sobre las dos grandes solemnidades de Navidad y Pascua, con sus periodos de preparación –Adviento y Cuaresma- y de prolongación –Epifanía y Pentecostés-. En el Año Litúrgico tiene prioridad el domingo, que es el que marca el ritmo semanal, como el primer día de la semana o fiesta primordial (cf Mt 28,1; SC 106), al que «no se puede subordinar las manifestaciones de la piedad popular» (DPPL 95) y donde los pastores deben «actuar con discernimiento».

Es precisamente a través de esta estructura anual básica, cuando la Iglesia nos hace entrar en contacto con cada uno de los misterios de la vida del Señor. Por esta razón, el llamado «curso o año cofrade» debe centrar todos sus cultos o ejercicios piadosos, sus trabajos y esfuerzos, en torno al Año Litúrgico, impregnándose de cada uno de sus contenidos teológicos y espirituales.

Sobre el escritor

Antonio Lara Polaina

Presbítero de la diócesis de Jaén. Es doctor en Sagrada Liturgia por el Pontificio Ateneo “San Anselmo” de Roma. Actualmente es Párroco de “San Pedro Apóstol” de Mengíbar, profesor de Sagrada Liturgia en el Seminario Diocesano de Jaén, así como en la Facultad de Teología “San Dámaso” de Madrid y en el Instituto Superior de liturgia “San Isidoro” de Sevilla. También es colaborador permanente del Secretariado Nacional de Liturgia de la Conferencia Episcopal Española

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