Sor Silvia Parenzan, HSP
Me siento súper feliz, aunque de mi sueño solo una pequeña parte pueda ser realizada.
Si pienso en mi vocación como Paulina me siento «yo» en la experiencia de San Pablo: «corro hacia la meta…». También corren mis años, pero interiormente me siento «joven», de hecho, siempre corriendo. Me encanta
madrugar, «correr» para encontrarme con mi Señor y Maestro y aprender de Él. Me gusta rezar cuando la comunidad está todavía durmiendo y puedo entregar a Él todo mi ser; presentarle a todas las hermanas de la Delegación y preguntarme con el Padre Alberione: «¿Adónde camina, hacia qué meta camina esta humanidad…?».
Soy feliz de poder ayudar a las hermanas mayores a vislumbrar el sol aunque llueva, y descubro como el Espíritu, a veces, me pone en los labios la palabra oportuna para ese día.
Disfruto compartiendo con la comunidad las reflexiones al final de una jornada de retiro espiritual y descubrir la riqueza que lleva dentro cada hermana. Me gusta contemplar la comunidad en los momentos de serenidad, cuando parece que todo está perfecto. Pero luego, cuando el Señor me hace tocar con la mano mi propio límite y el de los demás, se rebaja un poco la ilusión..
Me gusta soñar con poder realizar grandes iniciativas apostólicas, encuentros con los jóvenes para dar a conocer la belleza del carisma paulino. Y me siento súper feliz, aunque de mi sueño solo una pequeña parte pueda ser realizada.
Me apasiona el camino que el Señor ha escogido para mí enviándome a España. Un camino que no hubiera soñado, pero muy bello, porque me ha hecho crecer en la fe y en humanidad.
¿Son demasiadas cosas las que «me gustan»? No, porque la vocación paulina es mi vida.