La Familia Paulina celebra los 100 años de la oración del «Pacto» que el beato Alberione ha hecho con Jesús Maestro, María Reina de los apóstoles y san Pablo.

En los primeros años de la fundación, nuestro fundador, Santiago Alberione, ofreció esta oración para reconocer que somos pequeños, débiles, pero que con él podemos lograrlo todo.

El fundador y primer maestro, Beato Santiago Alberione (centro) con las Hijas de San Pablo.

Esta oración que nos ha dejado en herencia el P. Alberione siempre nos ha guiado en nuestro camino, porque en los momentos difíciles o en nuestras limitaciones nos da fuerza para seguir confiando en el Señor.

Así ha sido en mi experiencia misionera en estos 10 años de vida Paulina aquí en España, pues hay que decir que soy de la India. En primer lugar, quiero dar gracias al Señor por haberme llamado a la vida consagrada y por plantarme en el jardín de las Hijas de san Pablo (Paulinas), y por llamarme a acoger la universalidad de nuestra misión, tal como lo enseñó y vivió san Pablo.

La hna. Fiona con algunas de sus hermanas Hijas de San Pablo

Desde el primer día de mi vida en España tuve presente esta frase de Is 45,2: «Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos». Aprender un nuevo idioma ha representado para mí abrir nuevos horizontes para poder comunicarme y conocer una nueva cultura. La verdad es que no he sufrido tanto, porque aprender las conjugaciones era para mí como un juego.

Después de un año, las hermanas de mi congregación me dieron la oportunidad de seguir estudiando. El primer año de Filosofía en la universidad Comillas, Madrid, fue un sufrimiento enorme. No lograba entender lo que decían los profesores, porque hablaban muy rápido y, mucho más, por desconocer a los filósofos occidentales.

La hna. Fiona (tercera de izquierda a derecha) con hermanos y hermanas de la Familia Paulina

Recuerdo todavía el primer examen que hice. En mis respuestas tuve que tachar muchas palabras porque no llegaba a expresar lo que quería decir.

La agonía de tener que leer tantos libros, sin entender muchos términos y abrir el diccionario a cada palabra, fue un tormento continuo. El segundo año fue un poco mejor, porque ya entendía las expresiones y también podía seguir a los profesores.

Aprender algo nuevo y lanzarme a ello es lo que más me gusta. Los estudios de Teología fueron mucho más interesantes, porque entonces ya entendía el ritmo de la universidad y, de verdad, disfruté mucho.

Los cinco años de intensos estudios me han dado la luz para vivir y comunicar la gracia y la misericordia del Señor, a través de nuestro apostolado con los medios de comunicación.

En todo este tiempo de estudio, la oración del «Pacto» es la que me ha guiado en los momentos de sombra, cuando no lograba entender. A veces tenía que reconocer que no puedo abarcarlo todo y me abandonaba en las manos de Dios.

 

Venerable Madre Tecla Merlo, colaboradora fiel de bto. Alberione y cofundadora y primera superiora general de las Hijas de San Pablo.

Los estudios de Diseño gráfico, en 2016, fueron mucho más prácticos. No digo que fáciles, porque tenían su terminología y la parte creativa. A veces, sentía que mi mente estaba bloqueada, porque ya no llegaba a pensar. No es que sea muy creativa, pero algo hay. Pero sigo pensando creativamente para poder comunicar con las imágenes o con el texto bien redactado.

Los primeros años de mi vida apostólica (trabajo) en el sector editorial, como maquetadora, han sido años de aprendizaje. Porque no todo lo bueno hay que aceptarlo. Muchas veces me dolía que después de hacer trabajos, que requerían mucho tiempo y tanta dificultad, fueran rechazados. En este momento también me ha ayudado la oración del Pacto para aceptar que también soy débil en mi pensamiento y en mi acción creativa.

Los diez años de mi vida aquí, en España, me han convertido en alguien que no podía ni imaginar. Sé que el Señor, cuando elige a una persona, siempre la alimenta en su camino para seguir diciendo sí.

La primera fórmula del famoso “pacto”, que significa alianza – compromiso, propuesta a los jóvenes por el Fundador al inicio de 1919, y redactado en el mismo año, explicitaba el “contrato” estipulado bajo forma de “cambial” por el mismo Don Alberione y por el neo-sacerdote Giaccardo, respecto a la SS. Trinidad, para tener los recursos necesarios para el desarrollo de la obra. El texto escrito sufrió numerosos retoques, hasta asumir la forma definitiva en los años Cincuenta.

Quiero terminar haciéndome eco de las palabras de san Pablo, en la primera Carta a los corintios 3,6: «Yo planté, Apolo regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios».

Quiero recordar en este momento las palabras de Santiago Alberione, que decía en 1959: «El Señor va encendiendo las lucecitas a medida que se camina y hacen falta; no las enciende todas desde el principio, cuando no son necesarias; no malgasta la luz; pero la da siempre en el momento oportuno».

La formación en la Familia Paulina es compleja y nunca estamos suficientemente formados. Vemos diariamente que no estamos a la altura de nuestra misión, ni tampoco a la altura de poder realizar en las almas ese bien que el Señor quiere.

Aún así el Señor nos llama para revelar su grandeza a través de nosotras, sus pequeñas semillas en este mundo, y me hace crecer sin medida. Tal como dice san Pablo en 1Cor 3,7: «Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento».

El «Pacto»

Esta oración es una alianza,

un compromiso con el Señor. Le pedimos lo que necesitamos. Podríamos decir que, es como un contrato en qué ambas parte se comprometen a colaborar para recibir aquello que se pide.

Jesús Maestro,

acepta el pacto que te proponemos por medio de María, Reina de los Apóstoles, y de nuestro padre san Pablo.

Nosotros hemos de corresponder fielmente a tu plan de salvación: alcanzar la santidad y gloria a que nos has destinado,
realizar con entrega y constancia el apostolado con los instrumentos de la comunicación social.

Pero nos sentimos demasiado débiles, ignorantes, incapaces y limitados en todo: en el espíritu, en la ciencia, en el apostolado y en la pobreza. Tú, en cambio, eres el camino, la verdad y la vida; la resurrección,
nuestro único y supremo Bien.

Por eso confiamos sólo en ti que nos has dicho: “Todo lo pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará.”

Por nuestra parte, prometemos y nos comprometemos a buscar en todo y con todo las fuerzas, en la vida y en el apostolado, sólo y siempre, tu gloria y la paz de los hombres. Contamos con que, por tu parte, nos des un espíritu bueno, gracia,
ciencia, y los medios necesarios para cumplir la misión que nos has confiado.

Por tu inmensa bondad, y según
las exigencias de nuestra vocación específica, multiplica los frutos de nuestro trabajo espiritual, de nuestro estudio,
nuestro apostolado y nuestra pobreza.

No dudamos de ti; pero tenemos miedo  de nuestra inconstancia y debilidad. Así, pues, por intercesión de nuestra madre, María,
acógenos, Maestro bueno, con la misma la misericordia que a nuestro padre san Pablo,
para que, imitándolo fielmente en esta vida,
podamos compartir con él la gloria del cielo.