Entre otras cosas, teníamos pendiente sacar adelante el discernimiento sobre la «llamada» del 9º Capítulo General: «Hacia un nuevo diseño», «diseño de futuro»: la necesaria reestructuración y adaptación a las nuevas exigencias, en respuesta también, aunque no solo, al mapa de las comunidades actuales.
En el fondo, una vez más la «conversión pastoral» que pide el papa Francisco a toda la Iglesia y que, en pequeño, las congregaciones la hacen propia.
Nos introdujo en la espiritualidad de la «renovación pastoral» el P. Luis Alberto Gonzalo, CMF.
Es difícil resumir en pocas líneas toda una jornada de profundización. Partimos de la invitación a acercarnos a la realidad del «de dónde salimos y hacia dónde vamos», para intentar perderle miedo a la realidad, para mirar con los ojos positivos de la fe también el decrecimiento de fuerzas, de vocaciones, etc.
Renovamos el espíritu del «Pacto», como siempre nos ha enseñado nuestro Fundador, el P. Santiago Alberione; con él descubrimos también las fuerzas, los recursos existentes para difundir nuestro carisma en clave de misión apostólica.
Una vez más se trata de unir las fuerzas y de «remar con el Espíritu», que nunca falla, mirando hacia la meta, escondida en la «llamada capitular».
Animadas por estas condiciones, en el diálogo fraterno, pasamos, del análisis, del «ver», a compartir sugerencias de posibles vías de actuación. Otra jornada entera la dedicamos a los aspectos más concretos de la realización.
El día 14, en particular, toca dar una mirada de conjunto al trabajo de los días 12 y 13 y a la oportuna evaluación.
Nos hacemos la pregunta vital: ¿Qué nos ayudaría a sentirnos y a vivir a nivel comunitario y apostólico nuestra misión?
Ponemos en común algunos deseos, resumidos de la «lluvia de ideas» que va cayendo: Ante todo, renovar, todas, el ejercicio de escucha orante de la palabra de Dios, guía de todo proyecto cristiano en la Iglesia y en la Congregación. A partir de esta, y de un esfuerzo por salir de nosotras mismas, es importante la escucha las unas de las otras, conscientes de la valía de cada persona, y, por consiguiente, la aceptación y acogida empática general.
Es indispensable también algo que constatamos existente y vivo, aunque siempre admite ser intensificado: el sentido de pertenencia a la Congregación, a la Iglesia, a la sociedad.