El autor nos invita a contemplar a Jesús como nuestro modelo de lucha en el camino de la vida. Modelo que nos recuerda y enseña algunas lecciones importantes. Para aprender y practicar.

La vida, «un camino de puertos ásperos»

Era el decir de santa Teresa de Jesús, mujer fuerte y decidida donde las hubiera. Así definía ella la vida, como «camino de puertos tan ásperos». En el libro de las Fundaciones escribía estas palabras: «…animarnos a andar con fortaleza camino de puertos tan ásperos, como es esta vida, mas no para acobardarnos en andarle». ¡Qué visión tan acertada y realista de la vida…!

Bellas y acertadas metáforas todas las de la santa. La vida se parece mucho a eso, a un camino –a lo que más se parece, como tantos han dicho– y, además, se parece a un camino de puertos ásperos y tempestades violentas y complicadas. Como «valle de lágrimas» evocamos a esta vida en la oración de la Salve. Y san Pablo, el gran luchador por Cristo y la extensión de su Reino, no duda en afirmar que la vida es lucha, «milicia».

Todos tenemos experiencia de que las cosas son así, de que el camino de la vida no se presenta solo como camino de rosas y llanuras interminables. No, en el camino suele haber todo: llanuras y cuestas, rosas y espinas, días de sol y días de tormenta… Absolutamente de todo. Hoy nos detenemos en el lado de las cuestas y las horas más difíciles.

Jesús, nuestro modelo en el camino

Para nosotros el modelo de vida y lucha, el modelo para andar el camino con acierto y seguridad es Jesús: el hombre perfecto. Nos dice acertada y bellamente el Concilio Vaticano II en la constitución Gaudium et spes:

«El Hijo de Dios en su encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado» (GS 22).

En esta ocasión queremos contemplar, como hemos dicho, a Jesús como nuestro modelo de lucha en el camino de la vida. Modelo que nos recuerda y enseña algunas lecciones importantes. Para aprender y practicar.

Nos recuerda y enseña a no huir del desierto cuando llega la hora de la tentación y la lucha. Él no huyó cuando el diablo se acercó para tentarle. Luchó y venció. La solución, por tanto, cuando llega la hora de la dificultad en la vida, no es abandonar el camino o la vocación a la que uno ha sido llamado. Se trata, por el contrario, de estar preparados por si llega esa hora y esas dificultades y afrontarlas con fuerza y coraje. Jesús no se bajó de la montaña del desierto donde le había llevado el Espíritu; tampoco se bajó de la cruz en la hora suprema del dolor y la entrega por la salvación del mundo. Aprendamos de nuestro Maestro y modelo. Aprendamos a no huir de la hora difícil y tormentosa cuando esta se presente en el camino; a cargar con la cruz y seguir los mismos pasos del Señor.

Nos recuerda y enseña a luchar con todas las fuerzas y, sobre todo, con la fuerza que viene de la unión con Dios, su Padre y nuestro Padre. La lucha de por sí no destruye ni paraliza, más bien ayuda a madurar y fortalecer el espíritu, a crecer en el amor por lo que se lucha o por quien se lucha. Tenemos que aprender, a su ejemplo, a contar con la fuerza que nos viene del Padre, que nos viene de Dios. Aprendamos de nuestro Maestro y modelo. Aprendamos que sin El no podemos hacer y con Él, como decía san Pablo, todo lo podemos: «Todo lo puedo en aquel que me conforta».

Nos recuerda y enseña que mientras dura el camino duran las tentaciones, las dificultades y, también, la lucha. Es nuestro destino y nuestra suerte. Vivir significa luchar, esforzarse por superar el peso de cualquier cruz y calvario. Y esto, como decimos, de por vida. Aprendamos de nuestro Maestro y modelo. Recordemos que el gozo por la aurora y el sol de la mañana son mucho más bellos cuando se ha pasado por la oscuridad de la noche. La alegría honda también tiene su precio y este suele ser el precio de la lucha.